domingo, 25 de abril de 2010

Poemas astrológicos

[B]La Luna[/B] Cuenta la historia que en aquel pasado Tiempo en que sucedieron tantas cosas Reales, imaginarias y dudosas, Un hombre concibio el desmesurado Proyecto de cifrar el universo En un libro y con impetu infinito Erigio el alto y arduo manuscrito Y limo y declamo el ultimo verso. Gracias iba a rendir a la fortuna Cuando al azar los ojos vio un brunido Disco en el aire y comprendio aturdido, Que se habia olvidado de la luna. La historia que he narrado aunque Fingida, Bien puede figurar el maleficio De cuantos ejercemos el oficio De cambiar en palabras nuestra vida. Siempre se pierde lo esencial. Es una Ley de toda palabra sobre el numen. No la sabra eludir este resumen De mi largo comercio con la luna. No se donde la vi por primera, Si en el cielo anterior de la doctrina Del griego o en la tarde que declina Sobre el patio del pozo y de la higuera. Segun se sabe, esta mudable vida Puede, entre tantas cosas, ser muy bella Y hubo asi alguna tarde en que con ella Te miramos, oh luna compartida. Mas que las lunas de las noches puedo Recordar las del verso: la hechizada Dragon moon que da horror a la balada Y la luna sangrienta de Quevedo. De otra luna de sangre y de escarlata Hablo Juan en su libro de feroces Prodigios y de jubilos atroces; Otras mas claras lunas hay de plata. Pitagoras con sangre (narra una Tradicion) escribia en un espejo Y los hombres leian el reflejo En aquel otro espejo que es la luna. De hierro hay una selva donde mora El alto lobo cuya extrana suerte Es derribar la luna y darle muerte Cuando enrojezca el mar la ultima aurora. (Esto el Norte profetico lo sabe Y tambien que ese dia los abiertos Mares del mundo infestara la nave Que se hace con las unas de los muertos). Cuando, en Ginebra o Zurich, la fortuna Quiso que yo tambien fuera poeta, Me impuse, como todos, la secreta Obligacion de definir la luna. Con una suerte de estudiosa pena Agotaba modestas variaciones Bajo el vivo temor de que Lugones Ya hubiera usado el ambar o la arena. De lejano marfil, de humo, de fria Nieve fueron las lunas que alumbraron Versos que ciertamente no lograron El arduo honor de la tipografia. Pensaba que el poeta es aquel hombre Que, como el rojo Adan del Paraiso, Impone a cada cosa sui preciso Y verdadero y no sabido nombre. Ariosto me enseno que en la dudosa Luna moran los suenos, lo inasible, El tiempo que se pierde, lo posible O lo imposible, que es la misma cosa. De la Diana triforme Apolodoro Me dejo divisar la sombra magica; Hugo me dio una hoz que era de oro, Y un irlandes su negra luna tragica. Y, mientras yo sondeaba aquella mina De las lunas de la mitologia, Ahi estaba, a la vuelta de la esquina, La luna celestial de cada dia. Se que entre todas las palabras, una Hay para recordarla o figurarla. El secreto, a mi ver, esta en usarla Con humildad. Es la palabra luna. Ya no me atrevo a macular su pura Aparicion con una imagen vana; La veo indescifrable y cotidiana Y mas alla de mi literatura. Se que la luna o la palabra luna Es una letra que fue creada para La compleja escritura de esta rara Cosa que somos, numerosa y una. Es uno de los simbolos que al hombre Da el hado o el azar que un dia De exaltacion gloriosa o de agonia Pueda escribir su verdadero nombre. [B]Jorge Luis Borges. El hacedor, Obra poetica 1923-1977, Emece, Buenos Aires, 1977.[/B]

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